La
definición de Calidad es el conjunto de propiedades inherentes a un objeto que
le confieren capacidad para satisfacer las necesidades implícitas o explícitas.
Esto por sí
mismo no nos puede llegar a decir mucho, pero si pensamos en la calidad
alrededor de nuestras vidas, esa definición cambia y además nos hace
recapacitar y darnos cuenta que en muchos casos se nos ha olvidado que es y
porque nos dedicamos a ello.
Cuando nos
compramos algo siempre buscamos que ese gasto de dinero nos valga, que sea
duradero, resistente, de buen material...en resumidas cuentas, que sea de
calidad.
¿Que ocurre
con nuestro trabajo? Exactamente lo mismo. Cuando una empresa se gasta el
dinero en algo, está buscando algo duradero, creado con buenos materiales (bien
programado), duradero (buen diseño), resistente (que no falle fácilmente), en
resumidas cuentas...busca exactamente lo mismo que nosotros en nuestra vida
diaria. Esto es extrapolable al trabajo realizado, evidentemente, un trabajo de
calidad, merecerá la pena pagarlo y por lo tanto el reconocimiento será mayor.
Los profesionales
que nos dedicamos a asegurar la calidad queremos encontrar esa perfección en un
producto, pero a veces, nos olvidamos, que para encontrar esa propiedad, lo
principal es que nuestro trabajo también lo sea y si no aportamos esto, nos
costará sacar a flote un producto sin errores y que funcione a la perfección.
No podemos
olvidar que la calidad empieza desde nosotros mismos y que no podemos exigir
esto sin que nosotros lo pongamos a prueba a diario, trabajando de la mejor
forma, con la mejor motivación y dando todo lo que podamos en nuestro día a día
para buscar esa satisfacción personal que nos será recompensada cuando el
usuario final utilice la aplicación.
Seamos
consecuentes con lo que hacemos, desde nosotros mismos comienza el ciclo, nosotros
en sí debemos ser esa calidad y poner en práctica esta idea nos ayudará a que
nuestro trabajo se realice mejor y más eficientemente.
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