Un día cualquiera, en verano, muy caluroso, conectas el aire acondicionado, pero la corriente que sale por las tomas de aire no está fría. Lo achacas al calor, al tiempo de exposición al sol…será algo puntual. Cero importancia, no pasa nada.
Así varios días, sabes que hace calor, el comportamiento no es ese, habitualmente, pero bueno, tampoco le vas a dar más vueltas, no hay tiempo para mirarlo o llevarlo al taller.
De repente, coges el coche y ¡sorpresa! El aire acondicionado no funciona…ahora sí, no te queda más remedio que tirar de taller. Llegas allí y el mecánico te dice algo que te suena a chino: “el compresor del aire acondicionado podría romperse por trabajar con una presión muy baja y perder lubricación. Si ocurre, habría que sustituirlo.”
Se queda el coche y a las horas la terrible llamada, es el compresor, hay que sustituirlo…precio aproximado, unos 500€.
¿sabes cuál es el precio de haber realizado una revisión anterior, detectar la fuga del aire acondicionado, repararla y rellenar el circuito? Pues alrededor de unos 45€ de media. ¿Cuántas veces nos ha sucedido algo similar?
Al final, nuestro problema es que dejamos pasar las cosas, que sucedan y por falta de tiempo, por falta de preocupación…una pequeña reparación se convierte en un desastre en mayúsculas.
Hablando desde el tema profesional, no es la primera vez ni, me da la sensación, que la última en que veré algo similar a esto. Escucharé un “no tiene importancia”, “es poco grave”, “es asumible” y después…nos tiramos de los pelos.
Hay una frase muy conocida de un importante autor en temas de calidad, llamado Philip Crosby que dice:
“La calidad no cuesta. No es un regalo, pero es gratuita. Lo que cuesta dinero son las cosas que no tienen calidad - todas las acciones que resultan de no hacer bien las cosas a la primera vez.”Es totalmente real y lo peor de todo es que pasa a diario en infinidad de situaciones, tanto personales como profesionales. Cuando no hacemos algo bien o no cumplimos el proceso a la primera, eso, siempre, nos va a volver a llegar y encima, mucho más crítico de lo que era, ya que el tiempo ha pasado, ha sido detectado en algún entorno superior o incluso por algún cliente y nos crea una situación problemática y de stress que podía haber sido evitada si se hubieran realizados las cosas de manera correcta la primera vez.
Cuando utilizamos un proceso correcto y adecuado en un proyecto, este nos va a dictar que acciones o que ciertos movimientos podemos realizar o debemos realizar a la hora de encontrarnos con problemas y, sobre todo, poder hacer las cosas bien a la primera y no repetirlas en más situaciones, haciendo que se pierda tiempo y dinero que en la época actual es sumamente valioso.
Una repetición en varias ocasiones de una misma acción sobre algo porque no se ha completado la primera vez de manera correcta nos hace perder una cantidad de dinero bastante grande, destinando jornadas de trabajo de profesionales del proyecto de manera innecesaria y que podían estar dedicados a la realización de otras acciones que hiciesen avanzar el proyecto a un paso más del que esté en ese momento.
La relación de tiempo y dinero en una organización es uno de los pilares fundamentales para que avance, se ralentice o se paralice de manera total, pudiendo llegar, incluso a no ser rentable y que cierre sus puertas.
Nosotros mismos debemos de implantar una mentalidad de calidad en nuestro trabajo, organizándonos adecuadamente y aportando el máximo en las acciones que realicemos en el proyecto. El beneficio que se obtenga a nivel global, al final, nos acaba beneficiando a nivel individual. Una empresa rentable y efectiva hace que sus profesionales tengan unas carreras beneficiosas, óptimas y sobre todo motivadoras.
Esto propicia un ambiente de trabajo mucho mejor y, por lo tanto, el proceso fluirá de manera más eficiente y ágil, haciendo que los profesionales a su vez realicen las acciones diarias con mucha más calidad y eficiencia.
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