En los tiempos que vivimos, estamos sumidos en una sociedad individualista, egoísta, en la que solo miramos por nosotros mismos y dejamos a los demás de lado. Esto, sumado a las redes sociales, hace que, cada día que pasa, todo vaya a peor.
A diario, se ven muestras de odio y de falta de humanidad en todas las redes sociales, esto llega hasta las noticias y hace que la bola cada vez sea mayor. Todo ello, unido a la situación de crispación actual de nuestro país es una bomba de relojería de difícil solución.
En relación al modelo egoísta, es lógico que nos suceda personalmente, la sociedad lo tolera y lo apoya, vivimos en un malestar, individualismo y egoísmo constante, donde no levantamos la vista para ayudar al prójimo en ningún momento, y si podemos, encima lo criticamos, porque lo nuestro es mejor y nuestra idea, también. Tenemos que volver a ser más humanos y apoyarnos, porque en el apoyo y la comprensión, está la victoria y el resultado positivo.
Habitualmente, tampoco nos dejamos ayudar. No concebimos que la otra persona haga las cosas mejor o tenga una idea mejor que la nuestra. Vivimos tan aferrados a nuestros ideales que los del resto de la humanidad no valen, son incorrectos o nunca nos sirven. Nada más lejos de la realidad. En muchas ocasiones, si escuchamos y convivimos con el resto, las cosas irán mejor y seguramente el resultado será totalmente satisfactorio. Esto ocurre en la mayoría de los proyectos y empresas, cosa que nos lleva a fracasar, en muchas ocasiones, por el hecho de no escuchar o apoyarnos en el resto del equipo.
En los tiempos en los que vivimos, con tanto ruido externo, con ese odio en redes sociales, esa acritud y esa negatividad, todas las empresas deben de tener unos ideales férreos, que se cumplan y sobre todo, que se persigan para que no se pierdan. Deberíamos de dejar de lado todo eso y buscar siempre la manera de trabajar en ámbitos saludables, positivos, amigables y si en el lugar donde trabajamos no lo encontramos, fomentarlo nosotros.
Siempre es más fácil que nos contagiemos de la negatividad y del malestar que de las cosas buenas. Es una cualidad que todas las personas tenemos y que va a peor.
A diario, puedo observar de camino al trabajo, como todo esto se pone en marcha, como embarazadas sufren con los tobillos inflamados sin que nadie, siquiera, levante la cabeza. La idea es, si me hago el despistado, no la cedo el sitio. Esto es aplicable a cualquier ámbito de la vida profesional. Llegamos al trabajo, realizamos nuestras tareas y si alguien se pone en medio o puede estorbar, nos lo intentamos quitar del medio sin mediar palabra, mejor que salpique a esa persona que me llegue a mi nada.
La solución, al final, es crear equipo, aumentar la confianza y tomarse lo que llegue como desafíos y no como “marrones”, y más, cuando alguien puede sufrir y nosotros ayudarlo para que su jornada sea más agradable. El trabajo repartido siempre es más satisfactorio que algo individual y cuando las cosas salen y llegamos, mano a mano, con el resultado esperado, nos vamos a casa con una enorme sonrisa.
Los modelos tienen que cambiar, debemos de deshacernos de esa negatividad, que nos resbale la crispación de las redes sociales, mirar al prójimo con otro matiz y no pensar, constantemente, en problemas, si no en soluciones para nosotros y para los demás. Debemos de pensar, que si nosotros tenemos problemas, el de a lado los tiene igual o seguramente peores y que con un leve empujón podemos aliviarlo.
En relación al modelo egoísta, es lógico que nos suceda personalmente, la sociedad lo tolera y lo apoya, vivimos en un malestar, individualismo y egoísmo constante, donde no levantamos la vista para ayudar al prójimo en ningún momento, y si podemos, encima lo criticamos, porque lo nuestro es mejor y nuestra idea, también. Tenemos que volver a ser más humanos y apoyarnos, porque en el apoyo y la comprensión, está la victoria y el resultado positivo.
Habitualmente, tampoco nos dejamos ayudar. No concebimos que la otra persona haga las cosas mejor o tenga una idea mejor que la nuestra. Vivimos tan aferrados a nuestros ideales que los del resto de la humanidad no valen, son incorrectos o nunca nos sirven. Nada más lejos de la realidad. En muchas ocasiones, si escuchamos y convivimos con el resto, las cosas irán mejor y seguramente el resultado será totalmente satisfactorio. Esto ocurre en la mayoría de los proyectos y empresas, cosa que nos lleva a fracasar, en muchas ocasiones, por el hecho de no escuchar o apoyarnos en el resto del equipo.
En los tiempos en los que vivimos, con tanto ruido externo, con ese odio en redes sociales, esa acritud y esa negatividad, todas las empresas deben de tener unos ideales férreos, que se cumplan y sobre todo, que se persigan para que no se pierdan. Deberíamos de dejar de lado todo eso y buscar siempre la manera de trabajar en ámbitos saludables, positivos, amigables y si en el lugar donde trabajamos no lo encontramos, fomentarlo nosotros.
Siempre es más fácil que nos contagiemos de la negatividad y del malestar que de las cosas buenas. Es una cualidad que todas las personas tenemos y que va a peor.
A diario, puedo observar de camino al trabajo, como todo esto se pone en marcha, como embarazadas sufren con los tobillos inflamados sin que nadie, siquiera, levante la cabeza. La idea es, si me hago el despistado, no la cedo el sitio. Esto es aplicable a cualquier ámbito de la vida profesional. Llegamos al trabajo, realizamos nuestras tareas y si alguien se pone en medio o puede estorbar, nos lo intentamos quitar del medio sin mediar palabra, mejor que salpique a esa persona que me llegue a mi nada.
La solución, al final, es crear equipo, aumentar la confianza y tomarse lo que llegue como desafíos y no como “marrones”, y más, cuando alguien puede sufrir y nosotros ayudarlo para que su jornada sea más agradable. El trabajo repartido siempre es más satisfactorio que algo individual y cuando las cosas salen y llegamos, mano a mano, con el resultado esperado, nos vamos a casa con una enorme sonrisa.
Los modelos tienen que cambiar, debemos de deshacernos de esa negatividad, que nos resbale la crispación de las redes sociales, mirar al prójimo con otro matiz y no pensar, constantemente, en problemas, si no en soluciones para nosotros y para los demás. Debemos de pensar, que si nosotros tenemos problemas, el de a lado los tiene igual o seguramente peores y que con un leve empujón podemos aliviarlo.
En los proyectos y empresas, debemos potenciar una serie de perfiles que marquen pautas y ayuden a las personas a superar estos posibles problemas, realizando sesiones o dinámicas que mejoren el positivismo, traten de eliminar tensiones y valorar que posibles mejoras podemos poner en práctica para que todas las personas involucradas trabajen mejor y con mucha más tranquilidad.
Podemos trabajar esto con algunas ideas que nos pueden hacer superar los problemas y tener una mente más abierta:
- Tenemos que ser conscientes de las razones que tenemos actualmente para ser felices.
- Pensar que siempre nos vamos a encontrar obstáculos en la vida.
- Debemos de sufrir justo en el momento que nos encontramos el problema, luego positivizar.
Sobre estas ideas debemos de trabajar diariamente y con als personas con las que trabajamos, ya que también tenemos motivos para ser feliz y borrar la ira y la desidia hacía el resto de la humanidad.
El bien y el positivismo atrae a más bien y a más positivismo, haciendo que seamos como un imán de cosas buenas y que nuestra vida esté más llena y sea más plena.
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